El Románico, considerado primer estilo europeo, no solo gozó de gran éxito en el occidente cristiano, sino que alcanzó las tierras del levante mediterráneo en territorios que hoy pertenecen a Israel, Palestina o Líbano. En efecto, fue precisamente en esa área donde se erigió el Reino Latino de Jerusalén tras el triunfo de los cruzados europeos.
Tras los primeros ensayos en la Península Ibérica con la toma de Barbastro y la ocupación de Sicilia por los normandos en detrimento del islam, será en el año 1095 cuando definitivamente se conforme la Primera Cruzada. Con el llamamiento del Papa francés Urbano II a la lucha contra el infiel en Clermont- Ferrant, se organizarán grandes contingentes de población proveniente de toda Europa que, bajo el mando de los señores feudales, confluirán en Constantinopla y se lanzarán a la conquista de Jerusalén. El éxito de esta primera Cruzada con la toma de la ciudad en el 1099 otorgó el mando sobre el territorio a dinastías y órdenes militares de origen francés que permitieron que el territorio recogiera las influencias de la gran arquitectura francesa del momento; junto a ellas, aparecen también otras de origen italiano, fruto ambas del desplazamiento de talleres que no solo llevaron consigo las formas y técnicas del occidente europeo, sino que asimilaron las tradiciones locales creando hibridaciones de gran interés como demuestran el Sacramentario y el Misal del Santo Sepulcro.
Con el control de la Ciudad Santa dio inicio el programa constructivo, orientado a dotar al nuevo territorio de instalaciones religiosas y militares cristianas. Por su gran simbolismo, la empresa más importante fue la reconstrucción del Santo Sepulcro de Jerusalén, obra levantada originalmente en tiempos de Constantino que había sido en gran parte destruida, incluido el martyrion. La remodelación tomó como referentes las grandes basílicas del Románico pleno, conformando un gran templo con crucero, tribunas y girola con absidiolos a imitación de las iglesias de peregrinación que quedó engarzado a la Rotonda de la Anástasis del siglo IV y que fue oficialmente inaugurado en 1149 con motivo del cincuentenario de la toma de Jerusalén.
Junto a esta gran empresa destacaron otras obras como la iglesia de Santa Ana, también en Jerusalén, de influencia borgoñona, con una cúpula sobre pechinas al estilo de las del Périgord y considerada el mejor exponente de la arquitectura de cruzada, la catedral de Beirut, Líbano (actualmente mezquita de al-Omari) o la iglesia prioral cluniaciense de Monte Tabor, en Israel (hoy destruida, sobre cuyo emplazamiento se levanta actualmente una versión revival del primer cuarto del siglo XX). La tardía cronología de estas obras y su dependencia formal con Borgoña explican la proliferación de bóvedas y arcos apuntados en la arquitectura románica de Tierra Santa. Así, junto con un conjunto iglesias levantadas en el norte de Israel con cubriciones de cañones apuntados sobre fajones, destacan establecimientos monásticos como la abadía chipriota de Bellapais, cuyas ruinas albergan hoy un pequeño museo.
Pero la arquitectura religiosa no fue la única levantada por los cruzados en Tierra Santa. La misión, en principio religiosa pero concebida bajo una motivación bélica, hacía necesaria la construcción de edificios como fortificaciones, fortalezas o castillos, es decir, de una arquitectura militar orientada a la defensa y control de los territorios anexionados. Como en el caso anterior, esta arquitectura bélica será deudora tanto de las experiencias formales del occidente europeo como de la tradición bizantina y, debido a su función, cobrará especial relevancia en las zonas fronterizas. Tal es el caso del Krak de los Caballeros, en Siria, principal establecimiento de los caballeros cruzados de la Orden de Malta durante la ocupación de la zona entre 1110 y 1271. Se trata de una fortaleza de gran tamaño (se calcula que llegó a albergar hasta dos mil caballeros simultáneamente) ampliada hasta conformar un castillo concéntrico realizada en sillares de excelente calidad que incluía un patio central en cuyos laterales se disponían dependencias abovedadas y una capilla cubierta con un cañón apuntado sobre fajones rematada con un ábside sencillo.
El Románico arquitectónico, con su llegada a Tierra Santa de la mano de los cruzados europeos, rompió barreras geográficas y se convirtió en uno de los estilos de mayor difusión de la Edad Media. Junto a estas obras aparecieron también ejemplos escultóricos de tendencia antiquizante emparentadas con obras de talleres románicos de Provenza e Italia, como las atribuidas al denominado taller de la explanada. Todo ello es buena muestra de la fuerza y vitalidad de un estilo que, todavía hoy, es capaz de impresionar a visitantes de todo el mundo.
Pero ¡recuerda! No hace falta irse tan lejos para disfrutar obras ejemplares de la gran arquitectura medieval: la arquitectura prerrománica asturiana está más a mano y es una de las fuentes más relevantes de la arquitectura románica peninsular y europea.
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